RELATOS MARINEROS
LA NUBE - OCTUBRE 1989
Rumbo a Punta del Este
En los noventa estaba siempre listo para alistarme en cualquier cosa que flotara.
Por aquellos tiempos circulaba bastante por el ambiente náutico y recibía llamados de personas que me pedían que los acompañe para llevar o traer barcos, en regatas, etc.
En general me contactaban a través de amigos o conocidos que habían disfrutado de mi grata presencia en sus barcos.
No se por qué motivo gozaba de cierto prestigio y las referencias que daban de mi persona eran demasiado buenas.
Claro que después había que encarnar el personaje y la verdad es que nunca me gustó jugármelas de lobo de mar, fumar en pipa y poner un tono grave acorde a las expectativas que generaban los que me conocían y hablaban de mí a terceros.
Así fue que me contactaron para acompañar a un grupo de gente que en un Plenamar 36, pretendía concretar una travesía “relámpago” a Punta del Este en el mes de octubre para ver los barcos de la regata Whitbread.
La idea era llegar de un solo tirón a Punta del Este, disfrutar del espectáculo y pegar la vuelta a toda velocidad.
La zarpada del “Flo” estaba prevista para la medianoche desde la Marina del Norte.
El tiempo no podía estar peor.
Justo cuando me presento se larga una torrencial lluvia lo que nos obliga a concentrarnos en la cena y a esperar a que las condiciones mejoren, principalmente por la visibilidad prácticamente nula por el aguacero.
Finalmente, alrededor de las cinco de la mañana el viento se había afirmado del sur soplando con bastante fuerza, lo que nos obligo a tomar las dos manos de rizos y a enrollar el genoa.
Así, navegando a un descuartelar, con un cielo gris sin insinuaciones de abrirse, fresquete de aquellos y salpicados por las olas del nuestro querido río, fuimos avanzando hasta cruzar la entrada del puerto de la Plata.
Ya los ánimos estaban un tanto quebrados ante la perspectiva de que el viento aumente todavía mas y se ponga mas de proa.
Sin embargo todo transcurría controladamente.
Fue entonces, en esa situación de viento muy firme y constante, que por alguna extraña intuición miré hacia nuestra aleta y la ví.
Una nube negra, baja y bien fea
Habitualmente en condiciones tan malas y tan definidas uno ni piensa en que puede haber algo repentino y mucho menos algo peor.
La fascinación de la nube me puso en un alerta expectante que me hizo comprender que venía rápida y directamente hacia nosotros.
Y ahí reaccioné y lancé mis ordenes que resultaban incomprensibles a quienes me acompañaban y a los que poco conocía, o mejor dicho nada.
Tanto como ellos a mí, sacando las referencias que tenían de mi persona.
Uno de ellos atinó a preguntar ¿por qué?....pero por suerte la respuesta fue inmediata y oportuna.
Las órdenes fueron; Arriar la mayor y enrollar toda la vela de proa
Es necesario aclarar que esto suele hacerse ante la inminencia de un Pampero, y no será algo que no le haya tocado a muchos navegantes vernáculos.
Pero en general el Pampero se anuncia después de un viento norte, un período de calma, el famoso cigarro...lo que podemos ver en libros y tratados sobre el asunto.
No tengo información de cual era la lectura del barómetro ni de cualquier otro fenómeno típico.
Solo la nube negra que se nos venía encima.
Ni bien terminamos de enrollar el genoa ocurrió algo increíble.
El viento se puso repentinamente de popa con una fuerza indescriptible.
El agua de lluvia y la del río volaba en la horizontal y la marejada pareció como aplastarse.
La visibilidad era casi nula por la lluvia. El silbido de la ráfaga en el estay de popa infundía la modestia de solo pensar que hubiese pasado con nuestras velas si hubiesen estado portando.
No me quisiera arriesgar a decir con qué fuerza soplaba.
A palo seco la corredera acusaba 6 nudos.
Tampoco sé con precisión cuanto pudo haber durado esta situación pero no fueron mas de 10 minutos.
Luego como si nada hubiese pasado, volvimos al viento sur constante y estable como estaba antes de que pasara la extraña nube.
Un muchacho que sabe
De más está decir que las miradas respetuosas y todavía incrédulas de los tripulantes confirmaron que habían reconocido a éste marinero como “alguien que sabía”.
La verdad, creo que la nube era fea, muy pero muy fea, para hacer pensar al grumete y a la cocinera.
También era muy obvia su velocidad y su dirección.
De cualquier manera cuando ustedes vayan en un barco escorado con unos veinticinco nudos de viento constante por la amura, con las velas bien establecidas, con la marejada en armonía con las circunstancias y venga un loco a gritarles, -¡Todo abajo!..... Creo que les será muy difícil darle crédito.
Es muy probable que si no hubiese ocurrido lo que ocurrió me hubiesen pasado por la quilla por demente.
Aunque por las dudas, antes de la desobediencia debida..........miren si hay una nube negra acechando por la aleta.