RELATOS MARINEROS
RUMBO A MAR DEL PLATA - 1989
A fines de los ochenta, participamos en una regata a Mar del Plata, en la que ganamos el último puesto y el codiciado premio “las llaves del puerto”.
También el reconocimiento al cocinero de a bordo que se estila en esos casos.
Nuestro barco Nro. de Vela 2210 - FEDE III - del Y.C.O.
Nuestro barco, un Aries 32 pies, estaba bien equipado para crucero y era bastante marinero. Sin embargo, a pocas horas de la largada ya fuimos quedando en el pelotón de cola como podía anticiparse viendo la línea de flotación.
Entre los víveres, el bote, el motor del bote, la manga y pantoque ventral de la mayoría de los tripulantes.. pero bueno, después de todo se trataba de una regata "crucero"....
Pero el "F...III", a la hora de bancar, bancó, ya que sin afán de desmerecer el resultado obtenido, fue una regata dura y abandonó la mayor parte de la flota.
El temporal del sur arrancó cuando estabamos al través del faro San Antonio luego de sobrepasar con muy poco viento la Bahía de Samborombón.
Toda una noche y todo un día nos llevó pasar Punta Médanos, claro que “por afuera", dejando las canaletas por estribor a unas 15 millas de la costa y con vientos “bien de proa” que superaron en algunos momentos los 50 nudos.
La ola bien maligna y corta, cuestión de que nos costara mucho ganar barlovento con las tres manos de rizos y el foquecito.
Tuvimos una rompiente que por suerte no se llevó a nadie pero el golpe fue tan fuerte que arrancó la escalera de acceso a la cabina sobre la cual un tripulante estaba parado.
Y recién en la madrugada del tercer día se prestó el borde para poner rumbo a MDQ, con escotas mas abiertas, es decir pudimos superar Punta Médanos y dejar de bordejear.
Y ahí sí que habíamos quedado bien solitarios ya que todos los barcos que estaban próximos fueron pegando la vuelta rumbo a Montevideo u otros destinos algunos durante el día y otros durante la larga noche.
Los barcos mas veloces habían logrado pasar por la primera canaleta con franco, justo antes de que se largara el temporal y ya estarían disfrutando en MDQ.
Nos sobrevoló el avión de Prefectura y a la altura de Mar Chiquita nos vino a escoltar el guardacostas asignado al apoyo de la regata, como para confirmar que todavía teníamos ganas de alcanzar la meta y estábamos en camino.
Llegamos a Mar del Plata sanos y salvos, cuando faltaba muy poco para que levantaran la línea , con el gennaker bien portante hasta la campana de llegada.
Fué una llegada muy digna a pesar de ser los últimos.
Allí nos esperaban nuestras familias y amigos que ayudaron por estar ahí pendientes a que no tomáramos la decisión de abandonar el periplo de 76 horas, magnitud que a muchos racer's les causará estupor.
Hicimos un par de paseos, por ejemplo a la Playa Varesse donde el Fede se convirtió en la atracción de la playa , recibiendo cantidad de visitantes que llegaban a nado y después no podían regresar, por lo cual tuvimos que disponibilizar el gomón para dar el servicio de rescate de los que venían y ya no les daba para llegar como también para el traslado a la playa.
Recibimos el premio denominado " La Llave del Puerto", a mucha honra a pesar de la connotación irónica del mismo. Esto porque vimos a muchos pegar la vuelta a la altura de Punta Médanos.
El regreso a Buenos Aires
Como suele ser común, por sus ocupaciones, mujeres , obligaciones, o lo que fuera, los tripulantes empezaron a desaparecer.
Como alguna vez había que volver a Buenos Aires, los tres que habíamos quedado decidimos zarpar luego de pasar unos líndos días en el Náutico, haciendo playa y algunas salidas para disfrutar del barco.
Un domingo a las cinco de la madrugada cruzamos las escolleras del puerto de Mar del Plata para poner proa a Villa Gesell.
Como mi mujer e hija estaban allí, habíamos acordado que si el tiempo lo permitía, pasaríamos lo mas cerca de la costa posible para que nos vieran.
Y así fue que luego de un contacto radial con la prefectura gesellina ( no había celulares como ahora) acordamos la hora en que pasaríamos bien cerquita de las rompientes.
Fue un hermoso encuentro acompañado de las mejores condiciones para navegar con seguridad muy cerca de la costa. El viento soplaba de tierra y el mar estaba azul y calmo.
Puede ver perfectamente a mi familia saludándome y fue muy reconfortante ver como se agitaban los gorros y todo lo que había a mano para expresar la alegría que produjo el encuentro.
Luego de un día maravilloso, el tiempo se empezó a armar y el cielo, hasta entonces despejado se empezó a poner negro, pero muy negro en el oeste mientras el viento calmaba. Estabamos en ese momento frente a Pinamar.
Nunca dejan de sorprendernos los cielos cuando estamos en el mar, pero uno se preguntaba viendo aquello que amenazaba, si ese cielo no venía del Cabo de Hornos o de quien sabe que inclemente rincón de la tierra.
Por lo pronto estaba claro que no pasaríamos Punta Médanos por la maravillosa canaleta entre las rompientes de noche con mal tiempo y sin satelital.
De verdad no resulta facil describir lo que se siente cuando uno está ahí, en el medio del mar y empieza a vislumbrar que algo va a pasar sin que uno pueda salir corriendo.
Y es justo el punto en el cual uno se pregunta: - ¿Que m. estoy haciendo acá....?- Hay cosas que no se pueden decir, son las reglas de juego, los roles que uno compromete , los emblemas, el orgullo. Todo vanidad como decía el Ecleciastés.
El barco estaba equipado, podiamos aguantar lo que venga, teníamos experiencia y varias millas navegadas, pero los tres estabamos en silencio.
Nadie decía nada mientras el cielo se ponía mas y mas negro y los colores del mar formaban toda la gama de los grises oscuros confundiéndose con el horizonte y la larga noche que teníamos por delante.
Miré a mis compañeros y vi que se mordían los labios.
Nadie quería hacer el comentario, mencionar, o pronunciar nada frente a lo tremendamente afirmativo del contexto.
"Capitán conserva el rumbo... antes de llorar", cantaba Spinetta.
No era la negación clásica: - No pasa nada!! – o la estupidez de decir pavadas alusivas para espeluznar o para contener lo que ya estaba casi encima y nadie lo iba a contener y no quedaba sino afrontar.
Nadie lo puso en palabras como tantas veces...."se viene un frente", "va a pasar lejos", " no va a pasar nada"..... " pidamos un pronóstico"... y una larga colección de fraserío inútil que he escuchado en muchas situaciones parecidas.
Son esos instantes de inmovilidad y de trance, mezcla de fascinación, temor, cansancio y esa sensación de soledad y desamparo en lo inmensamente grande que es el mar.
En esa constelación no se puede saber cuanto tiempo uno permanece, pueden ser segundos o minutos del tiempo que miden los relojes, pero largas horas en el tiempo del espíritu de uno.
En todo caso en algún momento uno sale del limbo y empieza con la marinería, los preparativos, los rizos por si viene de arremetida, el tormentín por si la mouches.. los trajes de agua, los arneses, los chalecos, la escucha de los partes meteorológicos.
Fue justo en ese tope del trance cuando en la negrura del horizonte a proa, veo algo blanco bien contrastado.
No digo nada y lo observo. Se acerca. Es un velero.
Viene de vuelta encontrada, rumbo al Sur y nosotros hacia el Norte. Navega bastante mas cerca de la costa que nosotros que nos venimos abriendo para dejar la “canaleta” de Punta Médanos a babor.
Y a esta altura ya lo divisan también mis compañeros.
Otro indescriptible, esas expresiones en sus caras....¡que alegría....!!! inconmesurablemente extravagante.
-¡Un barco! -
¡Un barco, otro barco, como nosotros!
Si va o viene se preguntan mis compañeros, todavía no saben con certeza. Solo se distingue la velita blanca contrastando con la gama de la negrura amenazante.
Todos nos paramos para verlo mejor eufóricos.
Extrañezas del ser humano. - ¿ Nos acercamos? - Y sí, claro que sí........, obviamente que no hay ninguna razón ni justificativo para hacerlo, mas que el júbilo que no puede pronunciarse, de saber que no estábamos solos.
Ellos, los del otro barco, pensaron o quizás sintieron lo mismo.
El barquito puso proa hacia nuestro encuentro y cada uno se apartó de su rumbo para pasar bien cerca del otro.
Y ya empezábamos a vislumbrar que tipo de barco era, a sus tripulantes.
Cada vez se vieron mas nítidas sus sonrisas de oreja a oreja y los saludos eufóricos, tan eufóricos como los nuestros.
Así fue nuestro encuentro con el Laurie II, un velero Albatros 9,50 en el Océano Atlántico, en los preliminares de una horrible tormenta frente a las aguas de Pinamar en aquellos días de enero o febrero del 89.
El cruce duró unos pocos segundos, los segundos mas bellos de mi historia marinera.
No se porqué cuestión se ven tan hermosos los barcos navegando con cielos oscuros.
Como resaltan los colores, los trajes de agua.....
No había cámaras digitales en aquellos tiempos pero hubiese sido una hermosa imagen para compartir y conservar para siempre.
Había que ver esos saludos, con manos y gorros., la alegría y energía que transmitieron.
Todavía cierro los ojos y se me presenta la belleza de ese barco con ese cielo y mar de fondo, los colores de los trajes de agua y los gritos de buenos augurios y saludos mas genuinos que me han tocado vivenciar, acompañados de una sensación de comunión y hermandad que pocas veces uno pueda experimentar.
Solo se trataba de saber que estaban ahí, como nosotros.
¿Que más se podía pedir, aunque sabíamos perfectamente que eso no cambiaría nada?.
Después vino la tormenta para ellos y para nosotros, la noche eterna. Es otra historia.
Otra vez una noche entera y una jornada en la misma zona, con viento de proa, increíblemente preciso como intenso nortazo a puro pantocazo, como para que rime.
¡Que bueno es encontrarse! ......mas allá de los rumbos e intenciones de cada uno.
Saber que el otro está, sin pedir nada a cambio y regocijarse de ello.
Muchas veces he apreciado encontrarme con gente maravillosa, que navegaba con otros rumbos en la vida.
Que bueno que no quise retenerlos, que bueno que no quise forzar a que cambien su rumbo, que gracia poder seguir con el mío, que bello haberlos encontrado de una vez y para siempre.